¿Tiene futuro el Canal 13?
Arturo Jofré arturojofre@gmail.com | Viernes 11 abril, 2008

Arturo Jofré

Las circunstancias me llevaron hace cuatro años a aceptar ser miembro del Consejo Ejecutivo del Sistema Nacional de Radio y TV, de inmediato me di cuenta de que estaba frente a una institución maniatada y que no iba a ser capaz de correr a la velocidad mínima necesaria. Tres o cuatro meses después preferí retirarme del Consejo. Hay unos cuantos factores que en un diagnóstico organizacional nos muestran con claridad que se trata, más que de problemas de dirección, de problemas estructurales. Es decir, por más idóneo que sea su presidente ejecutivo, el techo de los logros siempre será bajo.
En el año 2003 el SINART inauguró una nueva ley, con ella se pensó desatar el nudo gordiano con que estaba amarrado el sistema, pero las agujas no se clavaron en los lugares correctos del cuerpo del SINART. Los resultados están a la vista.
Al transformarse el SINART en una empresa pública se transformó el Consejo de Gobierno en la Asamblea de Accionistas. Este Consejo nombra al presidente ejecutivo del SINART. A su vez se crea un Consejo Ejecutivo con representantes de diversos organismos, quienes deben nombrar a un director general. Para un sistema tan pequeño el tener dos figuras directivas unipersonales en la cumbre, ambas nombradas por consejos diferentes, no le da ningún sentido de funcionalidad.
Por otra parte, el Consejo Ejecutivo está mal concebido, en la integración, en la forma en que se nombran los representantes y en sus funciones. Un consejo directivo que por mandato legal debe reunirse una vez a la semana, termina siempre coadministrando la institución y abandonando tareas esenciales. Esto último lamentablemente es un mal de muchas instituciones.
¿Por qué para crear o reformar instituciones o empresas públicas insisten en detallar en la ley asuntos que deben ser dinámicos en la empresa? Al hacerlo imposibilitan algo natural en cualquier empresa: la flexibilidad para rediseñar estructuras y funciones a fin de atacar con más eficiencia y oportunidad las necesidades del entorno. En una época de cambios esta concepción de rigidez es fatal. Así le ocurre al SINART.
Otro pecado es la forma como se quiso resolver el financiamiento del sistema, hubiese sido mucho mejor hacerlo de manera directa y no por canales tan complicados como los actuales.
El SINART puede llegar a ser un sistema que ayuda a Costa Rica en su ingreso a la sociedad del conocimiento y de la cultura, pero no así. Sin duda hay que repensar completamente el sistema.
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