Sueños mojados
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 17 febrero, 2012


Sueños mojados
En los certámenes de belleza, es típica la etapa de preguntas existenciales a las y los candidatos, donde el público dizque disfruta sus respuestas y congojas tratando de resolver los complicadísimos problemas de la humanidad. Las soluciones tienden a ser trilladas, “queremos la paz mundial”.
En Costa Rica está sucediendo lo mismo, pero en este caso con la prensa, y ante la interrogante ¿qué hacer con el déficit fiscal?, la respuesta es un lugar común, “que los ricos paguen como ricos y los pobres como pobres”.
Si de concursos de belleza y de soluciones ingenuas se tratara, no cabe duda de que la mayoría de la humanidad desearía ambas cosas: la paz mundial, y que los ricos paguen, mientras los pobres no tanto.
Sin embargo, en el mundo real estos son solo sueños mojados.
La paz y la equidad en la realidad son excepciones a la regla, lo que predomina en este valle de lágrimas son unos pocos detrás de los recursos de todos.
La política pretende ofrecer salidas a esta disyuntiva, sin embargo desde la forma en que se financian las campañas políticas y se distribuye el poder económico, se establece una estructura de intereses que no están dispuestos a ceder lo más mínimo, por el contrario, si se llega al poder es para pedir.
Esos son los sectores protegidos de la sociedad, y no es difícil encontrarlos. Se benefician por cláusulas privilegiadas de los tratados comerciales, con las leyes especiales de la República; son los que casi siempre ganan las licitaciones del Estado para un sinfín de obras, productos y servicios.
El problema de los desbalances, inequidades y las brechas sociales en Costa Rica tiene una sola raíz, en lo más íntimo de nuestra colectividad existe una predisposición hacia el chorizo, las argollas y las artimañas.
En países más avanzados, no pagar los impuestos es signo de vergüenza y se tacha de pillo a quien incurre en ello, mientras en Ticolandia se ve como sinónimo de astucia, sagacidad e inteligencia.
Esta cultura se absorbe desde la cuna, y es alimentada por los casos de figuras públicas y empresas embarradas en tales mañas. No hay corrupto sin corruptor.
Tan arraigado en nuestra cultura es este asunto, que hasta el deporte más popular, el fútbol, se ha visto envuelto en escándalos por fintear al fisco, desde los encuentros contra grandes selecciones hasta las bailadas de algunos jugadores y entrenadores.
Mientras los líderes de esta sociedad, incluyendo los políticos, no den ejemplo de una verdadera solidaridad tributaria, esperar que los ricos paguen como ricos seguirá siendo un sueño mojado: un acto que a todas luces no es más que una fantasía de algunos.
Luis Alberto Muñoz
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