Repensar el comercio internacional
Juan Manuel Villasuso jmvilla@racsa.co.cr | Martes 28 julio, 2009


Dialéctica
Repensar el comercio internacional

Sobre los fundamentos éticos de la economía, el papa Benedicto XVI nos dijo, a principios de este mes en la encíclica “Caritas in Veritate”, que un modelo económico en el cual sus operadores consideran lícita cualquier acción y donde se cree ciegamente en la capacidad del mercado para refrenarse; en el cual se convierten en algo común la estafa, la malversación y el abuso, y donde, aún más, se conceden altas compensaciones a quienes han lucrado y convertido en intolerable todo el sistema, no puede ser un modelo de desarrollo para el mundo.
En cuanto al sector financiero parece existir poco debate en cuanto a la necesidad de revisar su funcionamiento, tanto en los entornos nacionales como en el internacional. La administración de los factores de riesgo ha sido imprudente, la creencia en la autorregulación ha demostrado ser falsa y la contaminación bancaria global exige nuevos mecanismos disciplinarios.
En materia fiscal, ha emergido con toda claridad el imperativo de que la hacienda pública debe tomar en cuenta el devenir de los ciclos económicos y que la contabilidad de ingresos y gastos no puede responder de manera inmutable solo a criterios de equilibrio presupuestario, sino que debe considerar los altibajos de la actividad económica.
En el campo monetario, la mayoría de los países, excepto Costa Rica, han aprendido que las políticas de tasas interés son un complemento importante para evitar que las caídas en la producción sean más profundas y para crear condiciones favorables que promuevan la inversión privada en tiempos de recesión.
En lo que concierne al comercio internacional, sin embargo, no se observa una reflexión de fondo sobre la importancia que le corresponde en las estrategia de desarrollo, su rol como mecanismo transmisor de desequilibrios, el desempeño durante los ciclos de auge y deterioro y las normas y acuerdos que lo rigen y condicionan su evolución.
No obstante, el declive que se observa en las cifras y las reacciones de los países debería motivar esa valoración ya que, como señala Bernard Hoekman del Banco Mundial, “la crisis actual ha demostrado que el comercio es mucho más sensible al aumento y caída en la producción mundial de lo que lo fue en décadas anteriores”.
Pero más allá de la disminución del intercambio comercial, llama la atención la manera en que muchos países han enfrentado la merma en la producción, y sobre todo el desempleo, estableciendo medidas restrictivas al comercio que responden a intereses nacionales y no a la conceptualización de una arquitectura global.
Esas medidas proteccionistas de alta y baja intensidad, como las salvaguardas, normas antidumping y derechos compensatorios, suman más de un centenar y la mayoría han sido impuestas por los países desarrollados.
Frente a estas realidades resulta necesario, como señaló Bernard Cassen en Le Monde Diplomatique después de la fallida Ronda de Seattle, repensar el comercio internacional y justipreciar su papel como generador de bienestar.
No se trata de esperar pasivamente la reactivación, sino de valorar de manera integral las estructuras económicas y el proceso de globalización en sus distintos componentes: ético, financiero, fiscal, monetario y comercial; y provocar los cambios necesarios.
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