Nuestros "patos" políticos
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 16 marzo, 2012


Nuestros “patos” políticos
En Costa Rica existe una fascinación por no llamar las cosas por su nombre. Utilizar mil y un subterfugios, como para dorar la píldora, suavizar los ánimos, pero al final de la historia, el asunto es como es.
La solapada lucha electoral para 2014 es un ejemplo claro de esto. Si camina como pato, nada como pato y tiene cola de pato, entonces es un pato.
Pero no, en Costa Rica los patos no son patos, o al menos no quieren tirarse al agua para que no los llamen patos.
En este jueguito están los aspirantes presidenciales de los principales partidos políticos, deshojando margaritas a ver si el electorado los quiere o no.
Algunos más sinceros han declarado de plano su interés por participar en la contienda, otros a pesar del activo cabildeo mantienen una agenda ocupadísima en actividades que a todas luces favorecen su imagen.
Hasta el momento, hay un común denominador y nadie quiere darse el color, todos niegan estar en abierta precampaña.
Sin embargo, esta negación se ha convertido más bien en la tónica a esperar de las elecciones 2014. Un juego político de cálculos y alianzas, donde el negro no será negro, ni el blanco, blanco, todo se vale, las fintas, los acuerdos por debajo de las mesas, la curvatura de las posiciones ideológicas y las partidas a dos tableros, uno de ellos, sin dudas, el gobierno actual.
El mecanismo es claro, ya no importa tanto como se llegue al poder, lo importante es llegar, y una vez allí, se desdice y se deshace lo que se tenga que hacer.
Ese relativismo, pragmatismo, frialdad de las promesas hacia el pueblo, es lo que hoy genera escalofríos.
Qué importa decir que no se necesita una reforma fiscal, si luego se hace lo contrario.
O la famosa lucha contra el crimen y la violencia, que tanto se pregonó en la campaña anterior.
Y la lista de proyectos sociales que se quedaron en el tintero, la modernización y la transformación hacia un Estado tecnológico más eficiente.
Ahora que se ha puesto el dedo en la llaga, se ha develado que los salarios y privilegios del Estado están llevando al país a la debacle fiscal, los defensores de estos privilegios se rasgan las vestiduras para proteger el festín, la orgía (busque el término en la Real Academia, por favor) con el dinero del pueblo.
Pero en Costa Rica a los patos no les gusta que les recuerden que son patos.
Ellos quieren simplemente ser lo que son, pasar por las calles con las sirenas encendidas, para que los ovacionen, para que el “paisito” sepa que por allá va un presidente, vicepresidente, ministro o jerarca de cualquier megainstitución pública, llámenlo como quieran.
Luis Alberto Muñoz
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