Embarcada presidencial
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 13 abril, 2012


Embarcada presidencial
Para quienes acaban de aterrizar en Costa Rica, o aquellos que todavía dudan sobre el verdadero poder que tiene la prensa en una democracia abierta y participativa, les recomiendo indagar sobre lo ocurrido durante las últimas semanas en el fuero de la conciencia nacional.
He discrepado, en otros momentos, de algunos abordajes y hasta las intenciones de artículos publicados por La Nación.
En esta ocasión deseo felicitarlos.
La sobresaliente investigación periodística, que fue recabando cautelosamente pruebas, amasando información contundente y confirmando con los mismos actores implicados en las denuncias expuestas por ese medio ante la opinión pública, ha enterrado el dedo en una llaga abierta de la sociedad costarricense: nuestra capacidad para autoengañarnos.
La materia fiscal es solo la punta del iceberg.
La duda es si no fuese por la imperiosa labor de los periodistas en destapar lo que se mantenía convenientemente oculto, ¿quién lo hubiese hecho?
Mi intención aquí no es entrar a valorar lo referente al derecho a la intimidad consagrado en nuestra Constitución, sino destacar cómo ante la debilitada —en la praxis— separación de poderes, el mediático, con todo y sus imperfecciones, termina siendo el único y último recurso que tenemos en nuestra democracia para fiscalizar a quienes nos gobiernan.
Es natural que tras la evidente contradicción para el gobierno entre lo que se dice y lo que se hace, surja de inmediato un caudal de aproximaciones morales tendientes a relativizar y minimizar el impacto de lo que ha sido desnudado gracias a estas publicaciones.
Pero la llaga es aún más profunda, no solo por haber decapitado al gobierno en su área más débil y sensible, sino porque las investigaciones periodísticas confrontan a la actual administración respecto a su firmeza.
Tras el PACto, el error de cálculo político más grande ha sido subestimar el poder de la prensa en una dimensión amplia, y no solamente sesgada por los cercanos lazos de amistad que recurrentemente salen a defender a la actual administración, persuadiendo a través de artículos de opinión.
La Presidenta ha sido mal asesorada.
Ha sido expuesta innecesariamente a una serie de batallas infértiles. Es posible que Costa Rica sea de las pocas naciones en el mundo, donde una Presidenta sale valerosa a poner su pecho en defensa de sus ministros. ¿No es lógico que sea al revés?
En todo caso, lo importante aquí es entender que no es necesario caducar, políticamente hablando, defendiendo altanerías. Por el contrario, con flexibilidad y adaptabilidad vendrá el camino de reivindicación, uno que cuando empiece a recorrer le mostrará que las vicisitudes actuales, más bien son grandes oportunidades para enderezar la barca.
Luis Alberto Muñoz
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