De Oscar Arias y Hu Jintao
Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 20 noviembre, 2008

De Oscar Arias y Hu Jintao
Tomás Nassar

Por sobre el tema de los derechos humanos y el problema del Tíbet, que no dejan de merecer atención, Hu Jintao es la más alta autoridad de la potencia económica con mayor crecimiento en el mundo, que en cinco años, dicen los economistas, desplazará a Estados Unidos.
Desde cualquier perspectiva que se mire, el que un dignatario de tal nivel visite a su homólogo de un pequeño país enclavado en una región pobre y desorientada, parte de un subcontinente igualmente pobre y convulso, es un hecho que nos debe llenar de satisfacción. Esta honrosa visita demuestra que Costa Rica sigue distinguiéndose en el mundo como un país reconocido y respetado. No se puede ignorar que China mantiene relaciones prácticamente con todos los países del orbe, muchos de ellos con mayor relevancia política y estratégica, aunque algunos analistas políticos interpretan su viaje, más que una distinción a nuestro país, como una tentación a los otros cinco gobiernos regionales, incluyendo Panamá, que continúan siendo fieles a Taipéi.
Sea como sea y con la intención que sea, el arribo de la comitiva del presidente Hu es un hecho que ratifica que la decisión del Gobierno de Costa Rica de establecer vínculos con China fue correcta y oportuna, como lo fue también hacerlo con los países del mundo árabe y musulmán. El tiempo de las divisiones debe quedar atrás.
Es, en este contexto, destacable la exitosa conducción de las relaciones internacionales por el gobierno del presidente Arias y de su canciller Stagno.
Sin dejar de reconocer los graves problemas internos que continúa viviendo el país, el acecho de la delincuencia y el impacto de la crisis económica mundial, entre otros males, creo que todos los costarricenses deberíamos apreciar en el presidente Arias la estatura de su visión en el manejo de la política exterior del país.
Independientemente de la filiación política de cada uno de nosotros, mucho más allá de nuestra postura ideológica o de la simpatía o antipatía que pueda despertar la figura de Oscar Arias, nadie debería dejar de apreciar en su verdadera dimensión su capacidad de entender los signos de los tiempos y su afán por insertar a Costa Rica en las relaciones exteriores de alto nivel.
Sumidos como estamos en una América en que líderes de cartón, populistas incapaces de defender una tesis política o plasmar un discurso coherente, renuentes a aceptar el contradictorio como ejercicio esencial de la dinámica de la democracia, que rechazan el disentimiento e ignoran la voluntad popular, en un subcontinente plagado de soldaditos de juguete cuya única ambición es el poder y su único proyecto acabar con el sistema de libertades individuales y la institucionalidad, no debería haber un costarricense que no se sienta orgulloso de las ejecutorias internacionales de su Presidente.
Al césar lo que es del césar, que lo demás, es lo demás.
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